Hola, amiga. Vuelvo a esto para conformar una rutina de la distancia. Creo que el feriado me descolocó un poco, para bien. A veces parece mentira pero hace falta que nos empujen a ciertos espacios de descanso, sino unx sigue y sigue.
Acá llovió de nuevo anoche. Seguro viste que hace menos de un mes hubo una lluvia descomunal y se inundó todo. La de ayer fue una lluviecita, pero de todas maneras es raro. No tienen la infraestructura para afrontar un poco de agua cayendo del cielo, entonces cuando llueve cierra casi absolutamente todo. Imaginate, que llueva es noticia. Ya mañana vuelve el calor y la humedad ambiente de todos los días, pero es un poco un privilegio ver el paisaje con filtro de gotitas en la ventana.
Estuve dibujando mucho. Volví a mis paisajes con los dos personajes que observan. Me gustan mucho. Creo que es últimamente lo que más estoy disfrutando dibujar cuando lo hago exclusivamente para mí.
Se va llenando el cuadernito que me regaló Azu junto con la lapicera. Esta vez me vine sin nada de dibujo a excepción de esas dos cosas: el cuaderno y la lapicera. Me hubiera gustado traerme las acuarelas, pero me las olvidé la verdad. Ni un lápiz me traje. Después, por supuesto, están todas las bondades infinitas de lo digital que sí han venido conmigo, por razones hasta laborales te diría.
Estoy con una sensación constante en la cabeza. No estoy muy seguro de si es una sensación de época –un poco sí, se me hace– o si es más una exteriorización de algo personal. Intento explicarme. En Dune cuando Paul Muad-dib explica un poco lo que le sucede con la presciencia –una suerte de capacidad de atisbar el futuro– dice que no es que puede ver un futuro con claridad, sino más bien que lo que hace es percibir con mucha claridad las líneas que se proyectan desde el presente hacia una pluralidad enorme –pero nunca infinita– de futuros posibles. Así, calcula de algún modo las muchas realizaciones de lo posible: si un vaso está a punto de caerse de la esquina de una mesa, las posibilidades apuntan con claridad hacia un punto bastante fatídico y evidente. Pero también dice, sobre todo aclarando cuando se lo trata de vidente, que algunas situaciones son extremadamente complejas, y si bien puede atisbarse un ramo de alternancias de lo posible, las probabilidades de que ocurra una u otra cosa no acaban por ser determinantes. Es decir, hay futuros más inciertos que otros. Menos determinados, por usar esa palabra.
No sé si hacía falta tanta vuelta para decir que me siento muy cerca de esta última postura. No sé hacia dónde van las cosas. Para qué mentirte, es más lo laboral, lo que está encerrado en el plano de lo que unx hace lo que me tiene así. No es estrictamente algo malo. Es, digamos, hasta estimulante. Creo que también me malacostumbré mucho a la lógica institucional del trabajo escolar: en marzo unx sabe con bastante certeza el calendario del año completo. Ahora estamos empezando mayo y yo malabareo una agenda de tatuajes, de trabajos freelance de dibujos e ilustración y mi trabajo en el mundito de videojuegos.
Siento que hablo de mucho de trabajo últimamente, pero de nuevo: no es eso. Es más un intento con calma –por suerte– de pensarme y de pensar mi tarea. Insisto en que le veo una veta positiva a esta reflexión.
Por otro lado, sigo animando con entusiasmo. Ahora me enganché en armar VFXs para armarme un reel bonito y empezar a ordenar mi trabajo por ese lado. Ya te compartiré cuando tenga algo potable. Prometo.
Volví a leer –Azu me regaló un Kindle, el mío había muerto del todo hace unos meses… ya tenía, literal, veinte añitos–. Estoy con un libro de terror –Amigo imaginario– que me recomendaron unxs amiguxs y me está gustando bastante. Así como me pasa con la ciencia ficción, en el terror sé qué es lo que espero. La literatura de género, sea el género que sea, logra siempre esa medida de la expectativa que permite medir los alcances de su efecto: si no me perturba, no funciona como terror; si no me hace reflexionar sobre las ramificaciones de un futuro posible pero improbable, no funciona como ciencia ficción, y así. Estoy para esas seguridades en el campo de lo literario.
Música te compartí bastante la semana pasada, pero esta semana volanteé y me fui por el disco de Dillom y el disco Presión de Callejeros que no lo escucho desde que tengo, no sé, catorce. No es que me guste mucho Callejeros, pero hay algo de circundar el rango etáreo de quien escribe esas canciones que de pronto te acerca. Es más una forma de revisitar espacios, con cierta justicia. Me acuerdo que estaba de moda Una nueva noche fría cuando teníamos doce e íbamos a cumpleaños en saloncitos. Revisitar esas canciones hoy, sobre todo el texto, siempre el texto, abre otras perspectivas que me interesa explorar. Estoy en esa.
Contame de vos, que te extraño.